Te vas a un bar, un pub o una pizzería o esos insclasificables lugares-para-comer que tanto abundan en la Aldea en que vivo y al momento de ordenar la bebida, el mozo o inepto-y-sumiso-ser-que-atiende te pregunta, como si no adivinara la respuesta:
mozo: ¿Qué van a tomar?
comensal 1: Coca-Cola
mozo: Mmh-mmh (que en su protolenguaje significa "sí, lo recordaré")
comensal 2: A mi traeme agua mineral, con gas
mozo: Mhm-mmh
YO, LA SUBLIME Y SIEMPRE EN LO CORRECTO: (adelantándome a la terrible realidad) ¿Tenés "Corona"?
mozo: (con cara de mandril acéfalo): ¿Eeeeeeeeeh?
YO, LA TODOPODEROSA Y PACIENTE: "Corona", la cerveza...
Ahí el mozo esgrime las palabras más temidas del idioma español y las más implacables:
"No, no trabajamos esa marca"
Y de inmediato añade, para hacer más caótica la escena y más inaguantable mi vida toda:
"Pero tenemos Quilmes, Brahma y asdflasjdkf, dlafkdsfa"
Comienza a enumerar cervezas paupérrimas ante mi cara de desilusión, espanto e ira progresivos.
En el tristísimo caso de ni siquiera contar con una Stella Artois o Heineken culmino tan demencial charla con un "no, dejá nomás" y, de estar en avanzada etapa de abstinencia alcohólica, lanzo el desesperado "Bueno, traeme una Brahma".
Por supuesto, llego a mi casa y me autoprovoco el vómito.